"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


3/09/2024

La cita circular con Stuart Wilson, el queso irlandés

Stuart, el queso irlandés, en COU
 Hace unas semanas contacté con Stuart Wilson. Mi prima Pili Grossa me dijo que había vuelto al país para dedicarse a criar ovejas y que estaba viviendo en Almagro, Ciudad Real. Stuart se puso contentísimo con mi llamada y me pidió que fuera a pasar el día al campo con él porque no podía dejar solas a sus ovejas. Claramente aquello era una cita porque, desde que vino a estudiar COU de intercambio hace veinte años, siempre nos habíamos gustado.

Me acicalé como nunca, recordando que le llamábamos "el queso irlandés" porque era apuesto y pelirrojo, aunque ambos adjetivos en principio sean opuestos, y me subí al tren de la mañana. El AVE iba lleno de gente dando palmas y armando barullo pero, al bajar en Ciudad Real, no había un alma ni una voz. Solo un tipo barbudo y cascado en un banco, con una enorme sudadera y pantalón de pana que no pegaban ni con cola. Al verme, dio un salto hasta mí. "¡Mina, Mina, Mina!" Pues parecía que era él, y me achuchó con desesperación. Me montó en una vieja vespino para irnos a sus tierras en Almagro, sin cascos ni nada, y, mientras me mantenía abrazada a él, busqué como loca en su cabellera castaña y canosa algún resquicio de pelo rojo, o alguna peca en su piel madura. Ni rastro. Solo su naricilla respingona me daba la pista de que era Stuart Wilson, el queso irlandés. 

Stuart en 2024, en la estación
de Ciudad Real

Después de una hora de paseo con sus ovejitas, que a penas nos permitían avanzar porque Stu les daba "chuches para perros" a cada paso, y ellas se lo sabían, nos fuimos a tomar algo a la plaza del pueblo. Mientras me contaba teorías sobre engordar a las merinas para sacar más lana, yo seguía buscando al viejo joven Stu entre la barba y el atuendo, y me daba cuenta de que oírle hablar me daba dolor de cabeza. Me agobié pensando que no tenía escapatoria y, sin saber cómo, me puse el móvil en el regazo y le envié este mensaje: 

ESTOY CON UNA CITA EN TU PUEBLO. RESCÁTAME. 

Al segundo se oyó un pitidito en su móvil y paró el monólogo, girándose para mirar disimuladamente y leer el mensaje que yo acababa de mandarle. "Me vas a perdonar, Mina, pero tengo que ir a socorrer a una amiga que está en apuros. Gracias por venir". Y se largó con viento fresco en su moto de pacotilla. Yo tuve el descaro de decirme en alto "qué sinvergüenza".


Al rato llegó él de nuevo, peinado para atrás, con la barba recortada y oliendo a jabón de Marsella, con otro atuendo más atinado. Abrió los brazos, nos besamos y me preguntó qué hacía allí. "No sabes bien, he quedado con un antiguo compi de instituto, uno que vino de intercambio. Desmejorado a tope, no callaba, y ahora le ha dado por ser pastor..." Comenzamos a recordar los tiempos del instituto y me llevó a un parque muy bonito y me contó que iba a clases de claqué. Trató de hacerme un pasito allí mismo, y al repiquetear los pies contra el suelo, se hizo un lío y se cayó de bruces. Tuve que levantarle con ayuda de dos mujeres de Cáritas que estaban con la hucha. Aquello fue demasiado y no me quedó otra que ponerle otro mensaje de socorro. Él lo miró a escondidas y se largó de nuevo para volver vestido de escalador, con bigote. Le conté todo lo ocurrido y me llevó al monte, donde me enseñó a hacer los nudos de escalada más importantes y cómo ponerme los pies de gato. A la media hora me dolía la cabeza con tanta teoría e hice de nuevo la jugada. Y otra. Y otra más. Él apareció vestido de hombre de negocios, en otra ocasión me presentó a su abuela, y en otra se plantó allí con un autocar lleno de jubilados. Consiguió aburrirme todas las veces y al final tuve que llamar al panadero de debajo de casa y decirle que me sacara de Almagro y de la provincia de Ciudad Real. Aquella cita circular me afectó seriamente porque el Stu de mis sueños era claramente el de mis sueños, y aquel Stu y todas sus versiones, no. Y el panadero, aunque se lo curró aquel día, tampoco. 

Stu, en su última versión,
como conductor de autocares Julià

2/29/2024

La misteriosa postal de Samantha Fox



 El otro día recordé con emoción que tengo un buzón para el correo, y fui directa a abrirlo impacientemente. Tenía la corazonada de que podría encontrar algo más interesante que publicidad de audífonos o de croquetas rellenas de pizza. Y la verdad es que me llevé varias sorpresas. 

La carísima muestra de crema
"Cutis de Ángel"
Por un lado, había unas muestras de crema milagrosa "Cutis de ángel" (emplearé otro post para relatar las consecuencias de impregnar tu piel con algo que tiene el aspecto de caca de ave). También había una factura del teléfono fijo, de 2017, que ha quedado súper vintage enmarcado en la pared de la entrada. Por último, me esperaba una postal muy atrevida de Samantha Fox en 1986, pero no dirigida a mí, si no a un tal Archie Lemur, de parte de Troy Williams, de Clevaland, Ohio. La carta me subió de veras los colores y decía así: 

Querido Archie, 

hace tiempo que no sueltas prenda sobre tu vida, me pregunto qué haces, viejo zorro, en esa ciudad mexicana que has elegido para vivir, Madrid. 

Troy y Susan junto a la cabaña,
después de haber inhalado helio,
hablando como Alvin y las Ardillas
(en la foto no se aprecian las voces)

Te escribo desde Rocky Creek, donde una mujer muy ardiente me ha traído a pasar unos días. Te confieso que me metí en una de esas aplicaciones de citas sin ninguna esperanza, con esta edad que tenemos, mi calvicie, la sordera y mis problemas de próstata. Pero hicimos match y nos encontramos en el parking del Mall de mi pueblo. Desde entonces, nada la ha detenido. Tiene solo cinco años menos que yo, pero la energía de todas las jovencitas que suman su edad (tres de veinticinco). Me lleva a hacer actividades sin descanso y he vuelto a tener agujetas por todo el cuerpo. Ahora me tiene aquí, desde el viernes pasado, en su cabaña de Rocky Creek, y hemos hecho cosas que pensé que no volvería a hacer en esta vida (inhalar helio, fumarnos un canuto y ya sabes qué... ¡Sí, ya lo sabes, viejo zorro amigo mío!)

Espero que me libere para participar en el campeonato de brisca canadiense del pueblo y encontrarme allí contigo si te animas a cruzar el charco para la ocasión. También está clarísimo que puedo morir entre tanto mambo number five, pero si muero, lo haré con una fina sonrisa de felicidad. 

Te quiere, 

Troy

Creo que la postal es de hace tiempo. No tengo ni idea de cómo llegó a parar en mi buzón, pero es lo más auténtico que ha caído en mis manos últimamente, entre tanta enajenación digital. Estoy tentada de escribir a Troy para curiosear, pero el panadero de abajo opina que no debo entrometerme. 

1/31/2024

Llamada alarmante

-¡Mina, hoy es su cumpleaños!

Era China Town, a las tres de la mañana, llamando a mi casa, ronca perdida.

-¿Te das cuenta de la hora que es? ¡Me has arruinado la fase REM del sueño!

-Déjate de excentricidades, Mina.

-¿Te refieres a Gavilán Palomo?  - ¿De qué sabía ella que era el cumpleaños de Loreto Tinoco, aquella mujer de más de 50 que se coló en unos cursillos para menores de 20 en Mirroque de Mar hace mil veranos?

-Bueno, resulta que es funcionaria de Hacienda y un tío muy bueno que he conocido esta noche trabaja con ella. ¿Sabes cuántos cumple?

En mi cabeza aparecieron cientos de cálculos que solo consiguieron volverme loca.

-Verás, para calcular la edad de alguien que es bisnieta de Tutan Kamón, sobrina nieta de Abraham, abuela sexta de Teresa Rabal, hermana del escudero del Cid Campeador, alguien que es la Piedra Roseta, la dama de Elche, un pirulí de la Habana en 1945, la creadora de la Torre Eiffel, un ladrillo del Taj Mahal, los restos del Arca de Noé, pollo asado de hace dos semanas, mayonesa pasada, pasas de California, castañas pilongas…

-¡Basta de fábulas, Mina! ¿Quién eres, Rabindranath Tagore? – Me paró los pies, agotada de oírme-. ¡Esa pájara cumple cuarenta!

La joven Loreto en
Mirroque de Mar en 1999
La mandíbula se me desencajó y reconozco que dejé escapar un cacareo, crié ojeras y perdí un mechoncito de pelo. Gavilán Palomo tenía solo algún año más que nosotras en 1999? ¿Pero es que no tenía 53 entonces?¿Tenía solo 23? Se me agolparon recuerdos y preguntas del por qué de sus canas, de su nariz de boniato old style, sus expresiones de abuela, sus pechos desinflados hasta el ombligo, aquellas gafas decimonónicas, la ropa del siglo XVIII, las piezas de quita y pon de su dentadura, sus pies con garras…era imposible ver ningún atisbo de juventud, o más bien no reconocer en ella a LA YAYA.


-Estate tranquila, Mina. Piensa que, con que se haya quedado como estaba, seguirá pareciendo tener 80 años más que nosotras. Mi amiguito asegura que han querido jubilarla varias veces y es solo el carnet de identidad lo que se lo ha impedido-. Tengo que dejarte, reina...

China cortó, absorbida por una aventura de veinticuatro horas, claramente. De pronto me sentí aliviada. Imaginaba a la vieja Gavilán tratando de multar a todas las personas a las que atendía en Hacienda bajo su voz de pájaro carpintero afónico y su sabiduría sumeria, inventada por ella misma. Mi cumpleaños también se aproximaba y me dejé llevar por la superficialidad tranquilizadora de saber que hay personas que parecen mucho más viejas de lo que son. 

8/31/2023

La dentadura estival de Agatha Christie

Nativos de Mirroque peleando por llevar mis maletas
Hace unos días estuve a Mirroque de Mar, donde pude volver a sudar como un pollo almidonado y bañarme en agua caldosa como sopa de ese mismísimo pollo. Qué agradable sensación volver allí, lejos de mi rutina como negra literaria a tiempo parcial. Llegué en el autobús de la mañana y varios jóvenes nativos se abalanzaron a ayudarme con la maleta, haciéndome sentir como si tuviese quince años menos. En seguida descubrí que se trataba de simples taxistas del pueblo que querían sacarme la pasta. Eché a rodar cuesta abajo a pie, camino de la pensión Mimbrerroque II, en cuarta línea de playa. Iba tan asfixiada por el camino que algunos pequeños gritaban desde sus frescos balcones: "¡Un pollastre andando al caloret!" 

Llegué a la pensión, dejé la bolsa sobre la cama de mimbre y bajé a refrescarme al patio-bar, donde una mujer bella, mayor, teñida y algo pícara, parecía esperarme providencialmente. "Aló" susurró, echando humo de un pitillo allongé. "Soy Mina" le dije, "¿Mina Patuco?" respondió. Asentí y arqueó las cejas, yo mostré sorpresa y ella suspicacia, luego yo curiosidad y a continuación, ella misterio. "¡Déja ya el diálogo facial, por Dios!" la espeté, "¿se puede saber quién eres?" "Me llamo Agatha Christie" Por supuesto, Agatha mentía. Como mucho, se llamaba Asun, pero no la quise contrariar.


En tan solo varias horas de la tarde, me habló de su vida de artista no definida, y de cómo había llegado hasta Mirroque, tratando de sacar adelante un gran proyecto. "¿Cuál?" le pregunté, y me contestó que no podía explicarlo, dadas las dimensiones del mismo. "Es tan grande, que no se puede expresar con palabras". El misterio la rodeaba, pero era divertida y cada vez que yo soltaba una gracia se tapaba la boca como una japonesa, como si practicase una timidez que os aseguro no ejercía de ninguna otra forma. "Soy la reencarnación de Patti Smith" me dijo. "Pero si está viva" le aclaré. Y se tronchaba de nuevo a la japonesa.

El vendedor de sandías
vasco despidiéndose con
un acalorado agur
Aturdida por tanta conversación me fui hacia la playa. Por el camino, compré media sandía a un nativo, solo porque era el tipo más atractivo que había visto en mi vida y le habría comprado chocolate caliente a cuarenta grados si me lo hubiese ofrecido. "No te engañes" susurró una voz a mi lado que reconocí casi enseguida. Era Agatha Christie, a la que había dejado hacía diez minutos en el hostal. Su cara hipermaquillada me desató el hipo. "Ese chico parece nativo, pero es solo uno de esos vascos que vienen buscando el caloret". Volvió a reír traviesamente y a taparse la boca a su modo japonesil. Al alejarnos, miré de nuevo al vasco, tratando de encontrar alguna pista que confirmara aquella información, y ciertamente aquellas cejas y su enorme nariz, así como un bucólico "agur" lo hicieron ipso facto. 



Agatha después de ser
abofeteada por una ola
Llegamos a la playa con la sandía, y Agatha tardó cinco segundos en quedarse en monokini y hacerme ver que las mujeres, a los 45, aún tienen cuerpos atractivos. Yo parecía una ternera blanca y blanda a su lado, así que corrí a esconderme en el mar, seguida de la artista pureta. "Podemos jugar a Marco Polo pero con mi nombre" me dijo. Aquello fue el colmo del descaro, pero acepté y pasamos la siguiente media hora con el "¡Agatha!" "¡Christie!" a ojos cerrados, a lo cucú-tras acuático, hasta que pude capturarla. Entonces, volvió a mondarse de risa, esta vez sin darle tiempo a taparse la boca porque una olaza le abofeteó la cara. Al reponerse y hablarme de pronto sobre el nuevo alcalde de Mirroque , algo en ella había cambiado.  No vocalizaba bien y descubrí que tenía varios huecos en la boca donde antes había dientes. "¡Ay, su padre, que el mar se ha llevado mis puentes!" Nos lanzamos como locas a la búsqueda de las piezas dentales, con mucho más ahínco que jugando al Marco Polo de Agatha Christie, pero sin ningún éxito. Luego le volvió la carcajada como un calambre y me dijo que su gran proyecto le cubriría aquello y mucho más, dejándome mucho más tranquila. Era fácil estar tranquila con Agatha al lado, al tiempo que era absolutamente imposible creer una sola palabra de las que salían de su sensual e incompleta boca de artista.

6/28/2023

La Perla más fuerte del mundo

Hace no más de un siglo pero sí menos de un lustro conocí, en Mirroque de Mar, a la mujer más fuerte del mundo. Era una figura colosal aunque espigada, rígida aunque tierna como un pan bimbo. A veces se echaba la mano a la frente haciendo visera y aumentaba la visión hasta varias casas más allá gracias a unos rayos cósmicos que disparaban sus ojillos verde aceituna y, si en una de esas veía a quien le parecía suficiente, gritaba: "¡perla!"

Baltasar sentado en la mecedora,
haciendo un descanso
de camino a la playa

 
Había establecido su fuerte en el porche de la casa de la playa de ciertas personas a las que había hipnotizado hacía tiempo -con esos mismos rayos cósmicos- y que la adoraban, porque les cocinaba lentejas y vainas con patatas con una frecuencia inusitada. Comía aceitunas sentada en la mecedora del porche, con una batita de flores, y comentaba la jugada de los que pasaban por allí. "Cándida, tu nieto se ha puesto de buen año", "Baltasar, que se te cae la sombrilla, ¡ay, Baltasar!, si al menos fuese ese tu verdadero nombre..."

Iba a la peluquería y se pintaba la raya antes de acostarse  porque decía que en sus sueños podía aparecer cualquiera y que a ella no iban a pillarla ni por esas. Lo mismo te gruñía que te echaba un piropo, y contaba las historias que le daba la gana sin dejar que le pudieras cortar ni media palabra. Esta vez no eran los rayos cósmicos. Es que era realmente graciosa. 

Un buen día comenzó a levitar. Al principio lo hacía sutilmente, cuando nadie la veía. Luego, algunos de sus compañeros del club de encurtidos, donde solía pasar los días previos al verano, la descubrían pegando pequeños patinazos en las alturas, y ella argumentaba que una de sus finas y fuertes piernas le dolía, y que aquello le divertía y le aliviaba el trago. Hasta que hace unos días, recién despertada, su compañera de celda la vio desdoblarse y salir disparada, dejando una nota junto a su cuerpo dormido, perfectamente peinado y maquillado. "Os dejo aquí mi armadura", decía la nota, "que ya me estaba pesando para llegar a donde quiero".

La Perla más fuerte del mundo
utilizando sus rayos, pintada por Cándida

Todas las perlas que la rodeaban sintieron un pequeño vacío, aunque menos de lo esperado, de tanto que las había llenado.

5/02/2023

Reunión de fenómenos para anormales

 Mi compañero de la agencia de artistas en la que trabajo, Ricky Tostas, arrastró hasta mí, ayer, un papel en el que ponía lo siguiente:

ESTA TARDE - SOLO PARA AMANTES DEL MISTERIO - TERTULIA - SÓTANO DE LA VIEJA FÁBRICA DE SOBRASADA - 20 HORAS

Al mirar esas gafas empañadas (en la oficina, el calor se hace vaho), uno de sus ojos me hizo un guiño que vino acompañado de un chasquido de lengua. Aquello no me lo podía perder.

A las 20.45 llegué a la fábrica de sobrasada castellana, que no era más que un local pequeño y deteriorado con olor a pimentón, una puerta condenada y un ventanuco aledaño con un pequeño cartel donde rezaba: ENTRA POR AQUÍ. YA.

Orestes levitando para poder entrar por el
ventanuco lateral de la vieja fábrica de sobrasada

Al entrar a duras penas y bajar por una escalera de caracol cutrefacta, llegué al sótano, abierto a una terraza refrescante donde 5 personajes estaban como petrificados. "Te esperábamos" Dijo Quim Antúnez, el conductor de la sesión. Le acompañaban Orestes Miau, el propio Ricky Tostas (pero como más serio de lo habitual), Lisa Rizos, actriz y amante de lo paranormal, comenzando por su propio nombre, y Carmela Ontinyent, camarera y ajedrecista a partes iguales.

Quise romper el silencio con un chascarrillo: "Fábrica de sobrasada... ¡los espíritus estarán coloraos!" y me reí porque sí. Lisa me atajó enseguida: "No es casualidad que llegues tarde. Esta mañana me fijé en un reloj de pulsera en el que hacía años que no reparaba". Aquella reflexión sin pies ni cabeza me dejó seca, pero no era más que el aperitivo de una velada crucial.

Quim nos presentó a todos como si nos estuvieran viendo los espectadores desde casa y contó velozmente que estaba seguro de que en el armario de la ropa de la plancha de casa de su abuela vivía el conserje del edificio de al lado, y que conseguía llegar allí teletransportándose cada noche. 

Orestes expuso que a los 11 años unos muñecos de Lego comenzaron a atacarle cuando dormía, y lo contaba de una forma pausada e intrigante, llegando a tomarse minutos en sorber agua de su vaso, para que, con las miradas, le rogáramos que continuase. 

Carmela aseguró que en una partida de ajedrez de Kasparov que echaron en el canal nostalgia, se veía una sombra dictándole movimientos, y que, si subías el volumen al 7, se oía "le vas a machacar", mientras que si lo bajabas al 2, se percibía la receta del pez mantequilla.

Lisa amenazó: "lo que tendría que contaros no lo cuento porque el gato que hay en ese patio podría oírlo y morir de la impresión". Hubo como exclamaciones de todos.

Mi compi Ricky, que es bastante reservado en cuanto a su vida privada, confesó que cuando era pequeño, guardaba una foto de Sara Montiel debajo de la almohada y que una noche la Sara de la foto comenzó a ponerle morritos y a tirarle besos.

Me sentí abrumada por aquel río de fenómenos, unos más paranormales que otros, pero todos ellos sin pies ni cabeza; sin duda, asombrosos. Al acercarse mi turno, corrí a buscar lo más paranormal que me había ocurrido últimamente. Parecía que hacían bulla solo para darme tiempo, haciendo preguntas a Ricky sobre si se había fumado un canuto antes de lo de la foto. Agobiada, como sin salida, les solté que he crecido tres centímetros en los últimos dos años, bien entrada en la treintena, como estoy. Se quedaron atónitos, patidifusos, puede que daltónicos, incluso. Orestes se tapó la boca alucinado y se le escapó una risita alucinógena. 

Me lo acababa de inventar pero podía ser cierto, porque no me había medido en años. Se pusieron a debatir si aquello podía ser cosa de algún contacto con extraterrestres o  por manipular abonos para plantas. Me entró un hambre de lobos y deslicé mis manos entre unos canapés de sobrasada que había en una mesita, al tiempo que me daba cuenta de que la cosa traía cola y de que aquel sería el primero de muchos encuentros para-anormales, o sea, fuera de lo normal.


11/11/2022

CARTELERA CULTURAL: REGRESO AL PASADO

Título: Regreso al pasado
Género: acción y reacción
Duración: dos horas que se hacen doce
Director: el mismo del colegio
Idioma: español de Madriz
Reparto: Esperanza Roy, Concha Velasco y Marisa Paredes
Banda sonora: Forever young
Productora: Green, Graff, Speakeasy, Far West y Keeper. Minor producers: La Pepita

Sinopsis: Chuchi Mercader y sus compañeras de curso acuden a la reunión de 25 años del cole más pijo de la capital, temerosas de que los convocados perciban el paso del tiempo en sus rostros y figuras. Sin embargo, lo que encuentran allí actúa en ellas como un dardo regenerador sin precedentes.

El filme comienza con Carlota Hermida asomándose a la capilla del colegio y comentando “aquí no es, esto es algo del IMSERSO”. Extrañadas, Regina Paso y Chuchi meten las narices “el calvo es Josechu Alicante, me enrollé con él en tercero, y mira, Jonás Gutiérrez, nos dimos el filete a escondidas en los ejercicios espirituales de segundo”. “Son ellos” reconfirma Chuchi, “es solo que han envejecido mal”. Es un momento tensísimo y, a punto de huir a sus casas, aparece Tomás Manrique “Tomy” y las abarca a las cinco con sus brazos de seis metros “preciosaaaas”. “Está arrimando cebolleta” comenta Carlota espantada, y consiguen separarse de él como pueden.

Tomy se enrolla como las persianas y comienzan a salir de la misa nuevos yayos. Entre la marabunta, sale Matilde Risrás, la tímida de la letra C reconvertida en diosa griega, y corre hacia las chicas a refugiarse “pero en el cole no había uniforme, ¿por qué van todos igual?” Las chicas miran a su alrededor y comprueban que están rodeadas de 97 pantalones beiges, 80 chalecos de papi y 60 pares de zapatos castellanos, de los que hacen pupa (el resto, de ante). “Pero esto qué es, ¿el juego de encuentra la diferencia? ¡Pues vamos a perder!” El fotógrafo lo ve claro y decide hacer foto solo a uno de los chicos para multiplicarlo luego con Photoshop y enviarles a casa el resultado que, total, va a ser el mismo.

El rebaño se dirige al comedor, donde Joaquín Merlo hace de puerta pidiendo los 85 euros que cuesta el encuentro “ya veréis qué bufet”. Al ver a las chicas al fondo, pega un silbido “¡Eh, guapas, aquí como en los tiempos de Graf, vosotras gratis y sin esperar la cola!”

En el bufet, las viejas cocineras del cole, apesadumbradas, pasean bandejas de empanadillas Pescanova, sanjacobos, montaditos de mortadela y coliflor a la vinagreta. Al comprobar que el banquete es una estafa, Peyo Alcántara, antiguo grunge reconvertido a hípster, la lía parda venga a quejarse, y los otros tratan de reducirle y le obligan a tomarse un Lexatin “(¡sindicalista, que eres un sindicalista, ya te vale!”

Peyo Alcántara "el hípster", siendo reducido por sus
compañeros antes de liarla parda por el timo del buffet
Las chicas siguen admiradas con los estragos que ha efectuado el tiempo mientras Ruy del Monte y Ramiro Pencas se las acercan y confiesan a Lina Gaitán que siempre estuvieron enamorados de ella. Lina se finge sorprendida, aunque lo sabía desde el año de la polca y aparece Julio Calvete haciendo honor a su apellido y al muñeco de Michelín y les muestra cómo hacer un clavel con una servilleta, añadiendo que es el director de recursos humanos de ese banco francés tan oui oui. Ellas le dan la enhorabuena y aprovechan para darle a los pepinillos en vinagre y chequear sus móviles. 

El fiestón comienza a irse de madre y deciden trasladarse a Green (que ahora es un Panaria) a darlo todo a las 4 de la tarde. Al llegar, los más cascados comienzan a pegarse por los cuatro sofás, y el resto se queda de pie, fastidioso. Un hombrecillo de dientes pequeñitos a los lados saluda a las chicas, sabe sus nombres y anécdotas sin que ellas consigan recordar quién es, así que Matilde le dice “¿eres uno de los profesores?” El tipo se trinca su mojito de golpe y el de la propia Matilde, y se va haciendo el ruido de una sirena de policía, a saber por qué. 
Matilde Risrás "la Diosa" con Joaquín Merlo
hablando de cuando se enrollaron en 1994

Un hombre interesantísimo que las había intrigado toda la noche, se acerca por fin a ellas “hola tías”, les dice. Ellas le sonríen con cara de póker. “Soy Rosa Panadero, ¿os acordáis de mí?” El mejor especímen de la reunión resulta ser su amiga Rosa, reconvertida en Koldo. Aprovechan para abrazarle como locas y tocarle de arriba abajo comprobando el buen trabajo que han hecho los cirujanos y el gimnasio.

Comienza el baile y las confesiones se multiplican “que si a mí me gustabas tú, que si me lié con la profe de lengua, que si los dos tíos más pijales son pareja, que si en Nueva York robé en un supermercado…” Los que eran guapos están para ir al taller, los feos están que crujen, los gordos flacos, los flacos gordos, calvos unos cuantos, viajados a Turquía otros, pringuis interesantes, tirados que ahora son magnates, listillos a los que no hay quien aguante, los de los tics que van mucho al baño… 

El film finaliza de una forma memorable: en el bareto suena la canción de “life is life” y todos se ponen a coro como si estuviesen escuchando a los Rolling Stones y ellas, aburridas de lo de siempre y bastante pedo, huyen espantadas -con Koldo- al Burger King al grito de “porque yo lo valgo” y “Virgencita, que me quede como estoy”.

Una profunda reflexión sobre la vida y la muerte, el negocio de las ortodoncias, la inflación y los zapatos de piel.